Dibujo: Partículas
Carmelo Fontánez / Partículas
Por Elvis Fuentes
Dos vigas blancas de madera están colocadas en paralelo, atravesadas en el centro de la galería. Esta disposición inusual sorprende al espectador y lo conduce por un canal de circulación transversal en el espacio. La dinámica del flujo compele a una experiencia desenfadada, casi cotidiana, de la exposición Partículas de Carmelo Fontánez.
Un simple cambio de perspectiva ha hecho que la gente se olvide de las paredes y concentre su mirada en las piezas que desfilan sobre las vigas. Se trata de una serie de cajas formadas por planchas de cristal enmarcadas. En el interior, la superposición de las planchas crea espacios que el artista rellena con materiales propios del oficio de dibujante: polvo de carbón, grafito y pastel triturados. Con ellos logra unos efectos riquísimos de texturas, veladuras y transparencias. Además, su aspecto posee cierto carácter efímero, pues al variar la colocación de las cajas, el contenido cambia de lugar creando nuevas formas en el interior.
Esta serie sugiere un muestrario geológico. La composición de planchas deslizadas para crear superficies desniveladas se asemeja a las fallas sísmicas. A esto se añade el uso de los materiales de origen mineral antes citados y el hecho de que algunas formas sugieren paisajes rocosos. Por último, la museografía realza este sentido acentuando el carácter expositivo de la instalación. Así, pues, el canal entre las vigas es una especie de corredor entre peceras o ventanas donde se exhibe un mundo de miniaturas, de piedras preciosas que han sido convertidas en herramientas del arte.
Fontánez ha removido el papel y dislocado los restantes elementos del cuadro. Solamente el marco cumple su función tradicional. En cambio, el cristal se ha quebrado y crea formas espaciales, sus bordes son muros de una frontera. Los instrumentos de dibujo han pasado a integrarse como materiales en bruto, sin la intermediación del lenguaje simbólico del arte. Todo se hace más directo y corpóreo.
Pero el resultado desborda al objeto exquisito. La aglomeración de materiales de arte confinados a un área predeterminada pudiera representar una metáfora de los límites en la expresión. Sin embargo, su comportamiento, rompiendo la lógica de la forma que define las estructuras de las planchas, se convierte en su propia paradoja. Aún en un lugar doblemente cerrado —por las planchas de cristal y por el marco— hay espacio para una manifestación del azar, que es como decir, de libertad.
Extracto de la reseña por Elvis Fuentes
Art Nexus – No. 59 / Crónicas
2005, San Juan, Puerto Rico
EL DIBUJO MUTANTE DE CARMELO FONTÁNEZ
Por Rafael Trelles
“Contra toda opinión, no son los pintores sino los espectadores quienes hacen los cuadros.”
Marcel Duchamp
El ojo de Carmelo Fontánez está muy atento al universo formal que lo rodea; mira y calibra las escalas tonales y cromáticas de la obra de arte que elabora su mano. Pero también, su mirada de pintor se interesa por cosas que aparentan ser más triviales. Cosas sencillas del diario vivir pueden detonar la creatividad de un artista: un pedazo de cristal roto, las ásperas texturas de las montañas dolorosamente cortadas por la autopista, la frenética actividad de una cantera de piedra con sus molinos derramando chorros de grava molida, o las cualidades táctiles de un trozo de carbón. Estas experiencias y observaciones tan disímiles, junto a las investigaciones formales que comenzó en los años setenta, han reanimado a Carmelo Fontánez a experimentar nuevamente con los fundamentos del dibujo.
Como primer paso revolucionario Fontánez destierra el papel de su mesa de trabajo y pone a flotar las partículas de carbón, grafito y pastel entre placas de cristales sobrepuestos. El resultado es un objeto de arte que navega entre las aguas de la escultura y el dibujo. Son cajas de pequeño formato que –con excepción del papel– conservan todos los componentes del dibujo tradicional incluyendo el marco con su cristal, pero reorganizados por la imaginación creadora del artista.
Después de años desarrollando una vasta obra en el campo del dibujo abstracto, Carmelo Fontánez ha decidido llevar el medio un paso más allá, haciendo énfasis en la plasticidad del material y alejándose de la huella que deja este sobre el papel. En su nuevo trabajo revalora las cualidades físicas de sus instrumentos de trabajo: la belleza escultórica de los lápices, el lustre metálico de las finas barras de grafito desnudo, la opacidad del pastel y el lápiz de color, la riqueza textural del carbón en sus diferentes modalidades, triturado, en polvo, vegetal y comprimido y las luminosas y delicadas líneas que generan la quebradura de un vidrio; estos son los elementos formales que construyen sus nuevos dibujos tridimensionales.
El reemplazo del soporte de papel por los cristales sobrepuestos obliga al dibujante a pensar como escultor. Ahora la cercanía y lejanía de los planos no sólo se da por las variaciones tonales y texturales, sino también por la ubicación de los materiales depositados en el espacio real entre las diferentes placas de cristal. La tridimensionalidad resultante invita a la observación detallada y oblicua, además su belleza y nitidez conecta a estas cajas con la estética digital, aun cuando es evidente su sencillez artesanal.
El particulado cae entre los cristales como cascadas de polvo y diminutas piedras que se detienen allí donde el borde brillante del vidrio cortado impone su límite, formando delgadas acumulaciones de material. Así, una vez más el método del dibujante y del escultor se intercambian cuando las líneas, tan esenciales para el diseño y la composición, en vez de dibujadas, son ahora cortadas en el cristal. Las piezas de vidrio funcionan como las plantillas de un grabado, estableciendo relaciones espaciales entre formas negativas y positivas.
Las transparencias que antes lograba el Maestro Fontánez, con delicadas gradaciones de grafito sobre papel, ahora son reemplazadas y acentuadas por lo translúcido del cristal. La electricidad estática y otros fenómenos no anticipados por el autor hacen que el polvo de grafito y de carbón se adhiera sobre la brillante superficie de los vidrios creando sutiles veladuras. Como contrapunto visual se imponen las texturas a veces densas, formadas por el material triturado en varios grados, así como la acumulación de minas de lápiz mecánico y fragmentos diversos de puntas de lápices y barras de pastel. La cinta adhesiva que mantiene los numerosos cristales en su lugar atrapa algunos de estos fragmentos que cuelgan móviles de los bordes o se mantienen misteriosamente erguidos, aportando novedad a las siempre mutantes composiciones de estas cajas.
Digo que son mutantes porque el material depositado en el interior de estas cajas está suelto y carece de fijador. Su ubicación en el espacio cambia según el movimiento, la posición de la caja y la acción de la gravedad, restringido a su vez, por el diseño de vidrio hábilmente cortado por el artista. Además, como el propio Fontánez apunta, no sólo existen dos dibujos opuestos y simultáneos en cada caja, uno por delante y otro por detrás, sino que cada vez que el espectador mueve una caja se construye un dibujo sobre otro anterior. Por ende no estamos viendo el dibujo original que el autor creó, sino la suma de todos los dibujos provocados por la azarosa manipulación de la caja a través del tiempo, ya que cada movimiento deja la huella de los materiales grabada sobre los cristales. De esta manera “La creación parece rebelarse contra el designio de su creador como un Frankestein”, nos dijo Fontánez en una reciente conversación. Y más aun, el acto de creación es continuado por el espectador, convirtiéndose en cocreador de la obra de arte.
La incorporación del movimiento, el tiempo y el azar nos hacen recordar algunos antecedentes históricos como el Futurismo, el Dadaísmo, las cajas de Joseph Cornell y los móviles de Alexander Calder. No podemos dejar de evocar la figura de Marcel Duchamp y su obra emblemática El Gran Vidrio. Notemos que al igual que las cajas de Fontánez, El Gran Vidrio es una caja de cristal de varias placas dentro de un marco. Ambos eligen el cristal como soporte, valorando su transparencia y su capacidad de integrar el espacio circundante a la obra. Duchamp incorporó la rotura accidental de su vidrio como parte del resultado final de su pieza, así como Fontánez acepta que el azar transforme el contenido de sus cajas. Para Carmelo Fontánez las marcas de polvo y el hongo que crece pegado al cristal son parte de su cambiante obra. Por otra parte, Marcel Duchamp intencionalmente “crió” polvo durante meses sobre la superficie de su vidrio que luego barnizó. Sin embargo, la intención estética de ambos artistas va por caminos opuestos. Sabemos que la obra de Duchamp era eminentemente conceptual y antiretiniana pretendiendo “evitar todo lirismo formal” y aspirando a lo que él llamó “belleza de la indiferencia”.
En contraste, la obra actual de Fontánez mantiene una sorprendente continuidad con su dibujo abstracto anterior. Ha logrado adaptar al nuevo medio su antiguo vocabulario de formas orgánicas en contraposición dinámica; su elegante e inteligente manejo de los espacios y su gusto por el contraste de texturas. No obstante, encontramos algunas composiciones antropomórficas de gran belleza que apuntan hacia direcciones poco transitadas por el autor. Y para no dejar de sorprendernos, en las piezas que utiliza los numerosos y pequeños lápices de madera introduce sutilmente elementos y títulos que inducen al relato.
Para el público poco conocedor de la larga trayectoria profesional del artista, la presente exhibición puede interpretarse como un intento de renovación gratuito desconectado de su trabajo anterior. Nada más lejos de la verdad. Durante la década de los setenta Fontánez fabricó sus primeras cajas de madera y placas de plexiglás. Esa primera vez fueron rellenadas con sal, aserrín coloreado, diminutos papelitos, cuentas de plástico, canutillos, lentejuelas, «rinestones», etc. Fueron exhibidas en exposiciones del Recinto Universitario de Mayagüez, del Instituto de Cultura Puertorriqueña y del Certamen de la U.N.E.S.C.O. en Puerto Rico.
Tal vez el origen de estas cajas está ligado a la estética heredada de los años sesenta tan dada a la utilización de plásticos transparentes en el diseño de interiores. Más sin duda, y según nos confía el artista, su origen está vinculado con los gratos recuerdos de su infancia; época dorada en donde la felicidad plena era alcanzada junto a la máquina de costura de su madre, mirando la luz refractarse a través de una cajita de plástico transparente llena de canutillos de colores.
Rafael Trelles
2005
Ensayo del catálogo de exposición, PARTÍCULAS, Museo de Arte Contemporáneo de PR
Fontánez y las metamorfosis del espacio
Por Elaine Delgado Figueroa
No se la pueden perder. Es una exposición pequeña de una estética intimista, irresistible para los amantes del arte, pero sobre todo para aquellos que sean sensibles y curiosos. Hablo de Partículas, la más reciente exhibición de Carmelo Fontánez que se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo.
El artista presenta una serie de cajas de pequeño formato en las que explora las relaciones entre el tiempo y el espacio. Cada caja es una metáfora poética del ciclo infinito de muerte y resurrección que caracteriza la existencia humana y la naturaleza. Las imágenes, al igual que todos los aspectos de la vida, se encuentran en un estado de constante cambio y movimiento. Ninguna composición es inmutable, el cambio es lo único permanente en ellas.
Propone una idea del objeto artístico como un suceso activo que se abre a nuevas dialécticas que, en este caso, giran en torno a las relaciones entre tiempo y espacio. Para lograr esto, Fontánez crea un diseño con placas de cristales sobrepuestos en el que —hasta cierto punto— delinea los caminos que correrán partículas flotantes de carbón, carboncillo, pastel, grafito, lápices escolares y lápices de colorear, materiales fundamentales para el dibujo tradicional. Finalmente, enmarca estos componentes con el propósito de que puedan ser manipulados por los espectadores, que, idealmente, se convertirán en exploradores, creadores y destructores de los fantásticos mundos contenidos en las cajas.
A finales de la década del setenta, el artista materializa sus nociones sobre pintura y el paisaje de la isla a través de la creación de cajas de madera y placas de plexiglás. El principio de estas primeras cajas era similar al de las piezas recientes: construir un objeto cuya composición pudiera ser transformada de acuerdo a la intervención del espectador. En aquella ocasión rellenó las cajas con materiales como arena, sal, aserrín coloreado, canutillos, lentejuelas, ‘rinestones’ y materiales plásticos. En 1979, Fontánez exhibió sus cajas en la Universidad Interamericana en San Germán.
Durante las próximas tres décadas, encaminó sus esfuerzos hacia el desarrollo de su lenguaje expresivo a través de la pintura y el dibujo. A lo largo de todos estos años, Fontánez guardó celosamente las enseñanzas derivadas de sus experiencias con las cajas, hasta que en 2004 decidió incorporarlas nuevamente a su discurso plástico. Podemos apreciar el resultado de esta empresa en Partículas, una muestra de altura —sin grandes pretensiones— cuyas obras demuestran un elevado nivel de rigor y exigencia por parte del artista.
La caja alude a los cabinets de curiosités (vitrinas de curiosidades), sistema de catalogación de objetos y especímenes excepcionales, protegidos del espacio exterior por un cristal. La organización de sus contenidos tiene como propósito hacer referencia a un orden más amplio que trascienda los límites del marco.
En el caso de las piezas de Fontánez, la caja enmarca el espacio para propiciar un encuentro íntimo y activo con sus composiciones. Objetos ordinarios como lápices, carboncillo y cristal cortado, comienzan a relacionarse de formas inesperadas. Sus imágenes nos brindan la ilusión de un mundo contenido que evoca paisajes naturales monumentales en constante movimiento. La escala íntima de las piezas nos da la sensación de que estamos mirando formas a través de un microscopio. Fontánez perpetúa su visión subjetiva del paisaje y la extiende a través de las lecturas que los espectadores harán de sus obras.
Sin duda alguna, con esta exhibición Fontánez ha conseguido involucrar al público en una experiencia con el espacio más enriquecedora que es sus propuestas anteriores. A medida que movemos la pieza y la cambiamos de lugar, la misma establecerá múltiples configuraciones espaciales.
Las áreas de los cristales sobrepuestos que quedan descubiertas de partículas, nos permiten mover nuestra mirada a través de los distintos planos de la composición y descubrir las relaciones que establece la pieza con los espacios que la rodean. De esta manera, la imagen que se construye está compuesta por nuestro punto de vista y por un sinnúmero de instantes en el tiempo. El diseño de la exhibición, realizado por Otto Reyes, logra fomentar el diálogo entre las obras y el espacio.
Partículas ofrece al público la oportunidad de apreciar las obras recientes de un artista que, durante más de treinta años, ha cimentado su expresión creativa en la sensibilidad y el razonamiento crítico.
Como parte de las actividades celebradas en torno a la exhibición, el Museo de Arte Contemporáneo presentará el documental Partículas: una mirada a la obra de Carmelo Fontánez, realizada por Vladimir Ceballos.
Extracto de la reseña por Elaine Delgado Figueroa
Especial, El Nuevo Día
2005, San Juan, Puerto Rico
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